David Alos
Mientras vemos un avance feroz de las derechas negacionistas a nuestro alrededor, el arte cinematográfico latinoamericano parece que para mostrarse hacia afuera tiene un sesgo con muchos más años de los que pensamos.
Es por eso que me parece importante hablar de “Aun estoy aquí”, más allá de que estoy obligado a nombrar al elefante en la habitación, porque el pasado 02 de marzo el largometraje ganó el Oscar a Mejor Película Internacional. Además de estar nominada a Mejor Película y su protagonista, Fernanda Torres, estuvo nominada a Mejor Actriz. Por lo que hace mucho más fácil elegir esta película para usarla de punto de partida para comenzar a hablar de un tema que, en nuestro país, y en este mes, es indispensable hablar: LA MEMORIA.
Aún estoy aquí, dirigida por Walter Salles, cuenta la historia de la familia Paiva, conformada por Rubens (el padre), Eunice (la madre) y sus cinco hijxs. Luego de seis años de exilio vuelven a vivir a su país. Recordemos que en Brasil, la dictadura comenzó en el año 1964 y duró hasta el año 1985. Rubens, era diputado por el Partido Laborista al momento del golpe de estado del 31 de marzo del 64, claramente su mandato fue revocado y la familia decide el autoexilio.
En enero de 1971, una redada por parte de un grupo de servicios en la casa de los Paiva se lleva detenido a Rubens, y unos días más tarde también detienen a Eunice y a su hija Eliana. El ex diputado es uno de los desaparecidos de la dictadura brasileña, Eunice está 12 días presa y Eliana solo 24 horas.
A este momento te debés estar preguntando si la película muestra la crueldad de la dictadura y los hechos horribles que cometieron, y yo tengo que responderte que sí y no. Es otra mirada, la película se centra en Eunice (Fernanda Torres) y es la historia de resistencia ante todo, de sostener a su familia en uno de los tiempos más turbulentos de su país, sin información del paradero de su esposo y sin contar con los recursos
recursos económicos de la familia, porque no podía explicar el paradero del titular de la cuenta bancaria.
Claramente es la historia de la crueldad de las dictaduras en Latinoamérica, obviamente nos obliga a ver lo que sufrieron aquellxs que quedaron en pie cuando los militares desaparecían personas. La película sabe mostrar ese camino de terror y tristeza, esa condena eterna que significa no saber qué sucedió con un afecto. El castigo no era solo para lxs desaparecidxs, también era para las familias, también era para el pueblo en general.
En lo personal, esperaba más crudeza, más literalidad o virulencia. Para algún distraído, la película puede llegar a ser un poco “lenta”, pero creo que es el retrato vivo de la incertidumbre misma. Desde ahí entiendo el mensaje, que es sumamente potente e interpretado magistralmente por Fernanda Torres.
Esa incertidumbre de la que hablo está presente durante toda la película, y solo existe una certeza. Y aunque la intención del director es clara, que en ese momento quiere transmitir paz y tranquilidad, y que allí termina la incertidumbre. Estas historias fueron marcadas por ese desasosiego de las desapariciones y aunque encuentren un cierre, la incertidumbre ya es parte de la realidad misma de esas personas. Y “Aun estoy aquí” es el vivo retrato de ello.
Habiendo contado de qué va y qué me produjo la película, quiero volver al primer párrafo de la nota. Pareciera que hay una fórmula en el cine latinoamericano para que sea un éxito. La última nominación al Oscar del Cine Argentino fue Argentina, 1985. Una película que trata sobre el primer juicio a
a las juntas militares luego de la dictadura del 76. El último Oscar argentino fue El Secreto de sus Ojos, película que está atravesada directamente por la Dictadura del 76 y cómo todo el sistema se corrompió. El primer Oscar argentino fue por La Historia Oficial, que se trata de una mujer que comienza a sospechar que su hija adoptiva es uno de los bebés apropiados por la dictadura, por ende es hija de un prisionero político asesinado.
El negacionismo crece, pero el negacionismo es eso: negar algo real, concreto, algo que sucedió. El Plan Cóndor existió, el plan sistemático de desaparición de personas existió. Jorge Rafael Videla aceptó las desapariciones siendo Presidente de facto, en el juicio aceptó la apropiación de bebés, Pinochet fue el responsable de las muertes de Salvador Allende y Victor Jara, fue la cabeza del Centro de detención en el Estadio Nacional de Chile entre otras cosas, en Brasil fueron más de 20 años de dictadura, en Bolivia fueron casi 20 años, en Uruguay fueron más de 10 años y más de 200 desaparecidxs y en Paraguay padecieron una dictadura de 35 años.
Estamos a 12 días del feriado que conmemora el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. En nuestro país hace más de un año tenemos la sensación de que volvimos a foja cero. Pero no es verdad, seguimos recuperando nietos, seguimos avanzando por la Verdad y seguimos militando la memoria por nuestrxs 30.000 desaparecidxs, por todos los pueblos latinoamericanos que sufrieron por un imperialismo que solo quiso poner la bota sobre nuestras cabezas pero orgullosamente podemos decir que no mataron nuestra cultura y, aunque lo sigan intentando, seguimos resistiendo y expresando no solo memoria, sino también ternura y pasión por el arte.