Los diciembres en Argentina tienen un crisol de sabores, de recuerdos y sensaciones. Diciembre en Argentina es Democracia, porque un 10 de diciembre de 1983 volvió la tan ansiada voluntad popular luego de años de una dictadura sangrienta y nefasta. Diciembre en Argentina es pasión, porque en esta época hace un año la Selección le daba al Pueblo el gusto de ser tres veces campeón del mundo. Diciembre en Argentina es orgullo, porque en el 2001 el pueblo argentino dijo basta y salió a las calles en contra del corralito, del ajuste, el desempleo y muchos otros males, en lo que terminó en un presidente derrocado, escapándose en helicóptero. Diciembre en Argentina es Angustia, porque el 19 y 20 de diciembre de 2001 murieron 39 personas por la furiosa represión policial y el Estado de Sitio del entonces Presidente Fernando De La Rúa. Diciembre significa el fin y el comienzo de año, sí, pero también la esperanza de que el pueblo hará lo que tiene que hacer para que los “de arriba” escuchen a los “de abajo”.
Este diciembre de 2023 nos encuentra recibiendo un nuevo gobierno nacional y provincial. Después de cuatro años de presidencia de Alberto Fernández que, haciéndole honor a la verdad, tuvo que enfrentar una pandemia que nadie sabía cómo afrontar. Pero también es verdad que fue un gobierno definido por la tibieza para ayudar a los que menos tienen, pero firmeza para ajustar y devaluar conforme lo que pedía el Fondo Monetario Internacional.
Nos cansamos de escuchar de la deuda criminal que había tomado Macri, pero en terminó decidiendo arreglar con el FMI y pagarle un dólar arriba de otro, dólares que no teníamos y que tuvimos que transpirar cada una y cada uno de los argentinos. La pobreza creció, la inflación subió, el trabajo escasea en la calle y los planes del ex Ministro de Economía Sergio Massa no fueron suficientes para aliviar a un pueblo totalmente sofocado.
En paralelo a ello, un “outsider” de la política, un economista de televisión, se paseaba por los medios hegemónicos. En la última mitad del año Javier Milei estuvo en las pantallas argentinas ocho horas por día, sí, así de fuerte se paseaba por los medios.
Esa persona que decía aborrecer a la política tradicional, que nunca iba a involucrarse en la política, en el 2021 se postuló a Diputado Nacional y lo logró. Luego, en el 2023, decidió postularse a la Presidencia de la Nación y, después de tres elecciones, se transformó en el Presidente electo de las, les y los argentinos.
Ese economista que prometía limpiar a la casta, ha metido en su gobierno a toda la casta posible. El candidato que tenía como slogan “no podemos cambiar con los mismos de siempre” eligió para su gabinete “a los mismos de siempre”. Ese que dijo que el ajuste lo iba a pagar la política y la casta, lo terminó pagando el pueblo. Las mismas personas que lo votaron, hoy “orgullosamente” se tragan el pato del ajuste.
Argentina vive en ese ciclo sin fin de hacer ping pong entre candidatos de las clases populares y candidatos de corte fascista que vienen con la guadaña para ajustar a los que menos tienen. Lo que es seguro es que ninguno de los gobiernos le ha encontrado el agujero al mate, favoreciendo a candidatos como Javier Milei que ganan con un discurso totalmente nocivo para la gente que menos tiene y que favorece a los grandes poderes concentrados.
La máxima paradoja de esta situación es que, en la actualidad, el Ministro de Economía es el mismo que tomó una deuda que, en la historia, ningún país del mundo había tomado, y ahora se jacta de recibir la peor herencia de toda la historia.
Es increíble que en pleno 2023 el pueblo argentino ya no se haya cansado de la disputa futbolera del peronismo y el antiperonismo, porque en el fondo la discusión de la exterminación del peronismo está tan viva como cuando se proscribió hace más de 50 años. Y en el medio quedan todas las personas que no apoyan al peronismo, pero tienen una mirada más “progre” que los antiperonistas.
Hoy se cumplen 22 años de aquel “Argentinazo”, de esa explosión popular en que la gente gritó al unísono “QUE SE VAYAN TODOS”, hoy parte de la población argentina quiere salir a las calles a manifestarse como se hacen todos los 20 de diciembre para honrar a los caídos durante la feroz represión en todo el país, para honrar la memoria de ese pueblo que no se queda callado y lucha por lo que le corresponde.
Y casi como en una paradoja, la gente debe salir a la calle con un “Protocolo Antipiquetes” (le llamaron “de orden público” para que sonara mejor) que solo rememora aquel estado de sitio del 2001. Es más paradójico que la persona que lleva adelante el ministerio de seguridad es la misma persona que en 2001 era ministra de trabajo y redujo un 13% el ingreso a los jubilados que de por sí, en la Argentina, siempre han sufrido.
Somos hijos e hijas del 2001, con todas las sensaciones juntas. El enojo, la rabia, el miedo, la esperanza de que se puede, el agite, la adrenalina, somos una bola de todo eso y mucho más. En el país donde gobierna un partido que se llama “La Libertad Avanza”, se ve cada vez más restringida la libertad del pueblo, la libertad para expresarse, para manifestarse, para comprar, para comer, para viajar, para usar el transporte público. Frente a esas decisiones no podemos
podemos dejar de preguntarnos ¿la libertad de quién avanza? Porque la del pueblo solo retrocede con cada decisión que toma este gobierno.
Es lamentable escuchar cómo vuelven los discursos de “el ajuste es necesario”, “la inflación es culpa de otro”, “estamos mal para después estar mejor”, “vivieron en una mentira, no podías comprarte lo que te decían que podías comprar”, “los precios eran una fantasía”. Es lamentable que el pueblo adopte esos discursos y los haga propios, que justifiquen el ajuste que ellos mismos están sufriendo. Que justifiquen el accionar de un gobierno que no quiere cuidar a la gente, que no le importa cuidar a la gente, solo quiere avanzar sin importar los caídos en el camino.
Si todo lo antes dicho no es suficiente para ver que las políticas sociales son necesarias para contener a los que menos tienen, tenemos un gobierno que busca estigmatizar a las clases populares. Con la vieja y conocida estrategia macartista de crear un enemigo interno, Milei y compañía ponen el foco en las organizaciones sociales, demonizándolas, pero castigando a las personas que reciben un plan social. Buscan hacernos creer que el mal de la Argentina son las cabezas de las organizaciones que “manejan” un millón doscientos mil planes. Es decir, estigmatizar a un 2,56% de la población argentina y responsabilizándola de todos los males de nuestro país. Quieren hacernos creer que a las marchas solo van personas con planes sociales, porque no pueden entender que existan personas que estemos en contra de su ajuste, que estemos a favor de los derechos del pueblo.
Hoy se hacen eco de expresiones como “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, mientras hacen ajustes criminales y “doblan la ley” para favorecer a su nepotismo, y con decretos buscan derogar conquistas de la clase trabajadora. Dicen “el que corta no cobra” y también dicen “se acabó el gerenciamiento de la pobreza”, pero la primera frase demuestra que, en el caso de que exista un gerenciamiento de la pobreza, lo quiere tener el gobierno, casi como ganar la concesión. Si una organización “coacciona” a los pobres para que marchen por sus derechos está mal, muy mal, pero si un Gobierno Nacional coacciona y le quita derechos ilegalmente a una porción de la población es correcto. Esa doble vara sí que se puede ver. También circulan aseveraciones como “te quedaste cuatro años callado y ahora te quejas”, pero a su vez dicen que están cansados de los piquetes y que el gobierno pasado no hacía nada con eso. Por lo tanto nadie estuvo callado durante cuatro años, estaban en la calle reclamando por los derechos de la gente de vivir de manera digna. Porque el problema no es si estaban callados o no con Alberto Fernández, el problema es que no está permitido quejarse de las políticas de Javier Milei.
Se entiende que las personas que hayan votado a Milei tengan esperanza, se entiende que lo defiendan, lo que no está bien es que crean que la democracia es “como perdiste en las elecciones ahora trágate todo lo que viene calladito y sin hacer quilombo porque perdiste”. La democracia es fuerte cuando existe oposición, la democracia existe cuando el oficialismo le permite a la oposición expresarse y manifestarse, como lo pudo hacer Patricia Bullrich durante el gobierno de Alberto Fernández cortando calles. El autoritarismo, el totalitarismo y el fascismo no tienen lugar dentro del concepto de Democracia, sin importar si llegaste al poder con la voluntad popular.
La discriminación, la descalificación, el inventar un enemigo interno para echarle la culpa, los discursos de odio, los intentos de exterminio, deben terminarse en la Argentina. Mientras el pueblo se siga puteando entre sí, y un puñado de personas ricas siga amasijando el 98% de lo que se produce en nuestro país, la pobreza seguirá existiendo, el desempleo y la falta de derechos siempre estarán a la orden del día. La salida es la redistribución de las ganancias, garantizar derechos y salarios dignos, que los pobres no sigan siendo más pobres para que los ricos se hagan más ricos, hasta no cambiar esa lógica seguiremos en este ciclo sin fin.
David Alós