ORGULLO SIN PREJUICIOS

Comienza el mes de junio y, como cada año, las plataformas de streaming, las grandes cadenas comerciales y algunos gobiernos despliegan una amplia escenografía de colores en torno a la diversidad sexual. Estrenos cinematográficos, festivales, espacios de reflexión y otras actividades se combinan como forma de visibilizar y denunciar violencias sistemáticas ejercidas contra la comunidad LGBTIQ+. Eso es el Orgullo, la celebración de una comunidad que reivindica su diferencia y lucha contra aquellos discursos de odio que se sostienen sobre la base de la discriminación, la exclusión y el exterminio.

 

El 28 de Junio, en efecto, se conmemora en distintos países –incluida la Argentina– el Orgullo en memoria de quienes protagonizaron la Revuelta de Stonewall en 1969, primera irrupción pública del colectivo LGBTIQ+ en Estados Unidos con el propósito de luchar por el reconocimiento

APUNTES SOBRE DIVERSIDAD, LITERATURA Y CULTURA EN ARGENTINA

28/06/2024

AUTOR

Federico Cabrera

reconocimiento de sus derechos y denunciar la persecución a la que sus integrantes eran sistemáticamente sometidxs por parte de las fuerzas policiales. Este gesto fundacional de Stonewall inscribe una matriz política en las memorias de los incipientes movimientos de liberación homosexual a comienzos de la década de 1970.

 

En nuestro país, estas preocupaciones se manifiestan a la manera de un interrogante abierto acerca de las políticas de homogeneización –racial, cultural, lingüística y moral– llevadas a cabo por el Estado nacional desde el momento de su fundación. La pregunta por la diversidad, en ese sentido, supone también un cuestionamiento generalizado por las formas de vida de esos cuerpos que quedaron a la vera del Estado, aquellas formas precarias de existencia que fueron marcadas como indeseables. En efecto, en el ensayo Médicos, maleantes y maricas (2023) Jorge Salessi analiza diversas formas discursivas que circularon en nuestro país durante el siglo XIX y principios del XX como dispositivos fundacionales que contribuyeron a la construcción del imaginario de un país blanco, europeizado y sin contradicciones, por un lado; y al diseño de una compleja tecnología social de regulación de los cuerpos a través de diversas prácticas coercitivas. Es por ello que, dentro de estas lógicas discursivas, se destaca la combinación de médicos y policías como agentes de “limpieza social”, en contraposición a ciertas “corporalidades peligrosas” (etiqueta que, en general, engloba a maleantes y maricas).  Dentro de esta misma línea de investigación, Gabriel Giorgi en Sueños de exterminio. Homosexualidad y representación en la literatura argentina contemporánea (2004) sostiene que la noción de homosexualidad se ha construido históricamente dentro de un marco normativo que –bajo el pretexto de una pretendida ley natural– designa a un conjunto de individuos que han sido definidos de antemano como indeseables y como objetivo de prácticas “correctivas”, “curas” o de exterminio. Es por ello que, en la construcción discursiva de la homosexualidad, aparecen con gran frecuencia términos que apelan al ámbito de la guerra y a la higiene. En Prosa plebeya (2013) Néstor Perlongher, uno de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual en nuestro país, describe la situación de las personas homosexuales a finales de la última dictadura militar del siguiente modo: “Hablar de homosexualidad en la Argentina no es solo hablar de goce sino también de terror. Esos secuestros, torturas, robos, prisiones, escarnios,  bochornos, que los sujetos tenidos por ‘homosexuales’ padecen tradicionalmente en la Argentina –donde agredir putos es un deporte popular– anteceden, y tal vez ayuden a explicar el genocidio de la dictadura”  (p.38).

 

Las lecturas de Salessi, Giorgi y Perlongher –de origen disciplinar diverso– resultan fundamentales como documentos que permiten dar cuenta del modo en que se construyen históricamente los discursos de odio en torno a los cuerpos disidentes y la relevancia histórica del Orgullo como reivindicación de una lucha que nos precede y que nos impone la tarea de repensar los lugares que ocupamos frente a las violencias del presente.

 

Estos textos, además, nos ayudan a comprender el espesor estético y político de diversas intervenciones artísticas y literarias que, con plena consciencia del contexto social en el que se inscriben, disputan espacios de representación para otros cuerpos y otros modos de contar la historia. Pienso, por ejemplo, en los casos de la novela Las aventuras de la China Iron (2017) de Gabriela Cabezón Cámara o la obra de teatro Las cautivas (2023) de Mariano Tenconi Blanco. Ambos textos

textos reescriben y desacralizan dos grandes símbolos de la cultura literaria del siglo XIX: el gaucho Martín Fierro y la cautiva. En estas ficciones sus personajes se arriesgan en un periplo que los lleva más allá de las fronteras de la sociedad civilizada e instala sus existencias en un desierto que se desmarca de las prerrogativas sociales y morales. Estos textos, además, se destacan porque ponen en escena a mujeres –una de las voces canónicamente ausentes en la cultura decimonónica– que asumen la primera persona para nombrar su cuerpo y exponer un deseo no heterosexual. En este sentido, a través de diferentes tonos y estrategias, estas escrituras exploran en clave ficcional nuevas formas de agenciamiento comunitario más allá del mandato de la heterosexualidad obligatoria y de una femineidad sumisa.

 

Más acá en el tiempo, recientemente una gran empresa de streaming internacional estrenó la serie biográfica Cris Miró (Ella) (Martín Vatenberg y Javier Van de Couter, 2024), centrada en la figura mediática que trascendió el escenario del Teatro Maipo. Al respecto, es importante señalar que la aparición de esta serie constituye una ocasión de gran relevancia por cuanto permite reivindicar a Cris Miró como alguien que marcó un punto de inflexión en la visibilización de las mujeres trans en los medios masivos de comunicación y, a la vez, desplegar un trabajo de memoria acerca de la historicidad de la violencia hacia los cuerpos disidentes. En efecto, la construcción narrativa pone de relieve el modo en que, pese al éxito y a la admiración, Cris Miró siempre cargó sobre su cuerpo diversas burlas, preguntas incómodas y un morbo singular respecto de su genitalidad, sus prácticas sexuales y su salud.

 

En relación con lo anterior, en el libro biográfico Hembra. Cris Miró. Vivir y morir en un país de machos (2024) Carlos Sanzol afirma que el cuerpo de Cris Miró podría ser pensado a la manera de un símbolo que condensaba las contradicciones de la doble moral argentina: “[…] los espectadores pagaban una entrada para verla en el teatro, mientras el Estado, con sus leyes, condenaba a la cárcel a las otras travestis por el sólo hecho de vestir ropas que no coincidían con su género [asignado al nacer]” (pp.17-18). En este sentido, en los sentidos que se entretejen en torno al cuerpo de Cris Miró es posible identificar las huellas históricas de una comunidad condenada a la precariedad laboral (la prostitución en la mayoría de los casos), excluida del sistema educativo, exiliada de su núcleo familiar y blanco predilecto de los discursos de odio.

 

En el marco de estas tensiones respecto del modo de representar a los cuerpos que se corren del binarismo masculino/femenino y la lucha de las personas trans por nombrarse a sí mismas, destaco la publicación de La gesta del nombre propio. Informe sobre la situación de la comunidad travesti en la Argentina (2005), compilado por Lohaba Berkins y Josefina Fernández, y Cumbia, copeteo y lágrimas. Informe nacional sobre la situación de las travestis, transexuales y transgéneros (2015), compilado por Lohana Berkins. Desde mi punto de vista, estas publicaciones se apropian creativamente de los protocolos discursivos del informe sociológico con el propósito de disputar un espacio de construcción de conocimiento acerca de la propia experiencia de las personas trans en nuestro país. Es por ello que, entre las estrategias de esta “apropiación creativa”, se destaca

destaca la inclusión de formas testimoniales en primera persona como forma de empoderar al colectivo y discutir las lógicas higienistas o patologizantes. Diana Sacayán sintetiza este ímpetu de trabajo de la siguiente manera: “No queremos nunca más ser olvidadas ni abandonadas. Queremos ser hacedoras de nuestro propio destino. Uno que está muy lejos de aquel que dicen las estadísticas. Uno que no queremos construir y reconstruir desde nuestras propias historias, desde nuestras propias experiencias” (2015, p.120). Dentro de esta serie me parece importante incluir, además, Yo nena, yo princesa (2016) de Gabriela Mansilla como texto testimonial que recupera la experiencia de Luana, una nena trans de 5 años, y su madre en el proceso de lucha por el reconocimiento de su identidad. Este libro produce una inflexión dentro de esta colección no sólo porque permite pensar la construcción de una identidad trans dentro de un modelo de familia no expulsiva, sino que además pone de relieve las contradicciones y las limitaciones de las ciencias sociales, la psicología y hasta el sistema judicial al momento de abordar el tema.

 

Dentro del campo de lo prototípicamente literario, la serie se complementa con la aparición de la novela Las malas (2019) de Camila Sosa Villada. En este texto la narradora se inventa –con un conjunto de giros ficcionales que nos remiten a la estética del realismo mágico– una genealogía travesti para una comunidad que está condenada de antemano a la orfandad. En este sentido, el texto de Camila Sosa Villada es una celebración de la diversidad que suponen los cuerpos travestis, de su estado de irrupción salvaje, inclasificable y de profunda humanidad.

 

El tema es infinito pero este texto no pretende ser una conclusión, mucho menos un catálogo. Con estas líneas espero, al menos, invitar al debate, a hacernos preguntas y a seguir leyéndonos. Desde la rebeldía que supone eludir la conclusión, me gustaría cerrar citando solamente con unos versos de Susy Shock: “Yo monstruo de mi deseo, carne de cada una de mis pinceladas, lienzo azul de mi cuerpo , pintora de mi andar, no quiero más títulos que encajar, no quiero más cargos ni casilleros, ni el nombre justo que me reserve ninguna ciencia, Yo mariposa ajena a la modernidad a la posmodernidad a la Normalidad oblicua, silvestre, vizca, artesanal, poeta de la barbarie con el humus de mi cantar con el arcoiris de mi cantar y con mi aleteo reivindico mi derecho a ser un monstruo Y QUE OTROS SEAN LO NORMAL”.